La rebelión
Los libros se han rebelado. Se multiplican. Me invaden. Reducen
mi espacio vital.
Empezaron ocupando la biblioteca, siguieron haciéndose los
dueños del salón, continuaron apropiándose del pasillo y han acabado
instalándose en mi dormitorio.
Hago mi vida en la cocina y el cuarto de baño, mis últimos
reductos.
Esto no puedo continuar así. ¡¡¡O ellos o yo!!!
¡¡¡Tengo que exterminarlos!!!
Comienzo cogiendo algunos libros y hago una pira con ellos
en mi jardín. Para mi sorpresa, cuando se apaga el fuego, encuentro entre las
cenizas varios ejemplares nuevos de Fahrenheit
451. Fracaso.
Lo intento de nuevo con otras obras. Arranco sus hojas y las
arrojo con rabia al suelo de la biblioteca. Cuando vuelvo de la cocina,
contemplo con estupor que las hojas se han reorganizado formando tres primeras
ediciones de La Rayuela. Fracaso.
No me desanimo. Lleno la bañera de agua. Arrojo allí los
primeros tomos que encuentro en el pasillo para que se deshagan. Al cabo de un
rato, como por arte de alquimia, todos se han transmutado en Veinte
mil leguas de viaje submarino. Fracaso.
No pienso rendirme. Cojo una pala y los entierro en mi
jardín. Al cabo de unos días observo con horror como sobresalen entre la hojarasca
varias portadas de Viaje al centro de la Tierra. Fracaso.
Creo que estoy empezando a odiar a Julio Verne.
Cojo otro lote de libros. Los ato y los lanzo con una catapulta
casera que con mucho esfuerzo he construido. Al poco, escucho un fuerte estruendo.
Han caído en mi patio unos cuantos ejemplares de…¡¡¡ De la Tierra a la Luna!!!
Fracaso.
Decido liberarlos. Los voy dejando por los bancos de parques
y jardines de mi ciudad. Vuelvo a mi casa y encuentro en la puerta,
esperándome, varios volúmenes flamantes de El Perfume. Fracaso.
Me rindo. Me mudo de casa.
Abro la puerta de mi nuevo hogar y descubro con
incredulidad, en el suelo del recibidor, Los viajes de Gulliver.
Fracaso.
Inocencio Acor Ralado. Granada.
No creo que el exceso de libros sea un problema general, ojalá lo fuera. Por otra parte, ¿qué se considera exceso? ¿Más de los que puedes leer? ¿Cuántos puede leer cada persona? Animo al camarada Inocencio a leer sin pausa cada libro que encuentre fuera de lugar y, a continuación, a comérselo. Este sistema no falla.
ResponderEliminarCreo que el problema de Inocencio es el espacio. Pienso que no contempló tu original solución porque hay libros que son infumables y también indigestos.
EliminarA mi personalmente, me gustaba la opción de la catapulta, pero parece ser que no funcionó tampoco.
Y si los deja en montones en el contenedor de papel? Habrá alguien que curiosee y se lleve alguno. Aunque en las circunstancias que nos ocupan será poco probable 😕.Seguro que Inocencio no los habrá leído todos y le persiguen para que lo haga. Podría probar. Cuando leo mis libros y los guardo en su estante correspondiente, siento que no molestan. Ocurre lo contrario cuando no los leo:corren por rincones esperando cumplir su misión y siento que me persiguen, como Inocencio.
ResponderEliminarMe parece muy interesante tu hipótesis. Tal vez, el problema de Inocencio tuvo su origen en que no leía lo suficiente sus libros y estos se sentían abandonados.
EliminarLa sugerencia de dejarlos sobre el contenedor es una buena idea. Yo lo sigo haciendo. Ahora bien, me temo que cuando lo hiciera, cuando volviera a su casa...¡¡¡Encontraría esperándole varios ejemplares de La Odisea!!!